martes, 9 de noviembre de 2010

Nueva trajedia en nuestra costa.


Salvamento Marítimo ha suspendido cualquier intento por reflotar el pesquero bermeano Motxo, embarrancado desde el jueves en la zona de costa comprendida entre Zumaia y Deba, y que volcó el viernes por la tarde, en una nueva maniobra de reflotamiento desastrosa. Cuando se cumplen casi ocho años de la catástrofe ocasionada por el hundimiento del Prestige, a 130 millas de la costa de Galicia, cabe preguntarse si, desde entonces, hemos avanzado algo en el campo de la seguridad marítima y qué medidas deberían adoptarse para evitar sucesos similares. Lo que es palpable, como en los nefastos días del Prestige, es la chapuza y la intoxicación informativa que se siguen aplicando en eventos así.

Tras muchas de las más importantes normas jurídicas, nacionales e internacionales, sobre prevención de la contaminación marina por hidrocarburos, hay tristes y espectaculares episodios de mareas negras. Así, por ejemplo, después del naufragio del petrolero Torrey Canyon, que vertió 860.000 barriles (107.000 toneladas) de petróleo frente a las costas de Cornualles (Inglaterra), en 1967, se pusieron en marcha, bajo los auspicios de la Organización Marítima Internacional (OMI), los trabajos para la aprobación del Convenio internacional sobre responsabilidad civil, nacida de los daños debidos a la contaminación por hidrocarburos (firmado en Londres el 29 de noviembre de 1969). Por su parte, el accidente del Exxon Valdez acontecido en las costas de Alaska, en 1989, con un vertido de 240.000 barriles (40.000 toneladas), fue el revulsivo en la sociedad norteamericana que propició la aprobación de la Oil Pollution Act de 18 de agosto de 1990, una de las normativas más exigentes del mundo sobre el control del tráfico marítimo de hidrocarburos. En Francia, a raíz del accidente del buque Erika, ocurrido en diciembre de 1999, la Unión Europea inició un proceso de refortalecimiento de la política de seguridad marítima en el ámbito comunitario con las medidas recogidas en los llamados paquetes Erika I y Erika II, que ha culminado, entre otras manifestaciones, en la creación y puesta en marcha de la Agencia Europea de Seguridad Marítima.

El accidente del Motxo seguro que no tendrá tantas (o incluso, ninguna) consecuencias administrativas debido a su dimensión, sin embargo, lo que como ciudadanos y usuarios habituales de las zonas de costa nos preguntamos, es cuántos accidentes marítimos harán falta para que los planes de emergencia de verdad funcionen rápida y eficazmente, y no se repitan episodios similares. En el naufragio del Motxo, una vez más, ha quedado patente la ineficacia de las normativas y los planes de emergencia: ¿qué hacía un pesquero con la red largada en una zona de tan escasa profundidad?¿a quién se le ocurrió tratar de sacar al buque encallado desde la proa, obligando a un giro de 180º sobre una base rocas de flysh que son lo más parecido a un serrucho?¿sirve de algo hacer un cerco que evite el vertido de quince mil litros de gasoil, o es otra inútil maniobra de justificación de cara a la opinión pública...?

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